La Leyenda

Al sureste de Mexico existía una pequeña hacienda conformada de unas cuantas familias cuya actividad era la agricultura y la cría de animales, principalmente el ganado, el propietario del lugar era un anciano que contrario a la vieja costumbre de los hacendados de tratar a sus peones de manera cruel e inhumana, este era bueno y justo con sus empleados, procuraba que todos siempre tuvieran lo necesario para proveer a sus familias y se preocupaba genuinamente por ellos, él había perdido a su esposa muchos años atrás, nunca pudo darle un hijo así que no tenía herederos ni familia pues eran españoles que habían emigrado a tierras mexicanas; el tiempo hizo su labor y el hacendado enfermó, su muerte era inminente por lo que mandó a llamar a la gente y les pidió que se dividieran sus tierras para poder trabajarlas y no quedar desamparados.

En este pueblo también vivía un curandero que desde temprana edad se había dedicado al arte de las hierbas y sus usos médicos, desde joven era buscado por los pobladores para ser sanados cuando algo les aquejaba, tenia un conocimiento amplio de este tema. Su nombre era Porfirio y su esposa era Balbina. Ademas de ser el curandero de la población, Porfirio tenía un secreto, pues a través de los años había estudiado también la hechicería y la magia negra, dominaba estas oscuras artes, las cuales las usaba para sus fines personales.

Al repartirse los ejidos del anciano hacendado el medico-brujo no fue tomado en cuenta puesto que su función era otra, esto lo enfureció y llenó de  rabia y envidia pues pensaba que tenía tanto derecho como los demás; Porfirio trató de no mostrar su ira y juró que se vengaría de todos los nuevos ejidatarios.

A partir de ese momento, por las noches, Don Porfirio le daba un brebaje a su esposa antes de dormir el cual la mantenía dormida toda la noche; durante este tiempo el brujo realizaba un antiguo y perverso ritual con el cual era capaz de retirarse la cabeza sin morir y ponerse otra de un chivo, después visitaba a los que él consideraba sus enemigos, destruía las cosechas, rompía los corrales donde se encontraban los animales, en especial las gallinas las cuales mataba y bebía su sangre.

Los días pasaron y la situación ya se había vuelto insostenible, la gente vivía temerosa de perderlo todo o peor aun de encontrarse al Huay Chivo, también ya sospechaban que Don Porfirio era el culpable pues era el único que no recibió parte de las tierras y notaban cierto cambio en él desde entonces. Por miedo a confrontarlo acudieron a su esposa Doña Balbina, le exigieron que hiciera algo al respecto pero ella no lo creía; sin embargo, esa misma noche, ella pretendió tomar el brebaje sin que el brujo lo notara y fingió dormirse, de esta manera vio todo el ritual que su esposo hacía para cambiarse la cabeza y convertirse en el Huay Chivo, dicho ritual involucraba el derramamiento de sangre y unos movimientos y posiciones con el cuerpo bastante inusuales y raros pero que a la vez le helarían la sangre a cualquiera. Minutos después el Huay Chivo se marchó, Balbina tomó suficiente valor para moverse y envuelta en llanto sabía que tenia que hacer algo al respecto así que juntó suficiente madera para prender un gran fuego, después tomó la cabeza de Porfirio y le untó sal para luego aventarla a las brasas, la cabeza suplicaba a gritos a Balbina que se detuviera pues era su esposo y que lo sacara del fuego, ella dudó por unos instantes pero la dejó consumirse mientras la cabeza de Porfirio seguía gritando y suplicando a su mujer; la gente salió de sus casas por el escándalo, vieron todo lo que sucedía y decidieron quedarse allí para esperar al Huay Chivo y así darle fin.

Momentos antes del amanecer el Huay Chivo, que alguna vez fue Porfirio el curandero del pueblo, regresó a su casa para encontrar a su esposa y a la gente de la ex hacienda que le esperaban con antorchas, machetes, rifles y todo lo que pudieran utilizar como arma, el brujo al ver esto maldijo a su esposa y a los pobladores para luego escapar corriendo mientras la turba lo perseguía, se internó en la selva huyendo de sus perseguidores y estos nunca pudieron encontrarlo.

Porfirio jamás podrá regresar a su forma humana, esta destinado a pasar el resto de su eternidad como el Huay Chivo, con el paso del tiempo ha pasado de ser un hombre con cabeza de chivo a ser más una bestia asquerosa y repugnante, con un pelaje grisáceo que le cubre casi todo el cuerpo, sus manos y pies mas toscos, endurecidos y cubiertos de cicatrices por andar descalzo y frecuentemente a 4 patas entre la espesa selva de la región, sus ojos grandes y rojos llenos de sangre como dos tenues luces de ultratumba, sus dientes amarillos putrefactos y ahora afilados con restos de comida y constantemente emanando un líquido negro y un olor asqueroso por el hocico debido a la sangre y restos de carne; el Huay Chivo aun ronda la espesa selva del sureste mexicano por las noches en busca de alimento como lo hacia en antaño, de vez en cuando destellos de una vida pasada llegan a su mente y se acuerda de aquellas personas que lo trataron tan mal y quisieron matarlo, es por esto que se ha acercado a los municipios en busca de aquella gente que intentó hacerle daño y matarlo así como también anda en busca de la mujer que tanto amo y lo traicionó.

“Caminante, cuídate al andar después de la media noche por los lugares donde el Huay Chivo ronda, pues este ser de oscuridad puede dejar caer en ti toda su maldad”